Una de los principios que defiende la pedagogía activa y respetuosa es la relación del aprendizaje con la emoción.
Desde hace años la Neuroeducación ha demostrado que las emociones juegan un papel muy importante en el aprendizaje.
Actualmente tenemos muchos referentes en la pedagogía activa que también lo indicaron hace ya mucho tiempo: Loris Malaguzzi, Freinet, María Montessori, Daniel Goleman, …
Las emociones nos hacen reaccionar ante los diferentes estímulos que recibimos de nuestros contextos, del mundo o de nuestra memoria. Francisco Mora nos dice “son el motor que mueve el mundo” y comparto esta idea con él. Las neuronas encargadas de su codificación se encuentran en el cerebro límbico y en el tronco encefálico.
Las emociones despiertan la curiosidad y la atención indispensables para facilitar los procesos indisolubles de memoria y aprendizaje.
Las emociones o procesos inconscientes repercuten en nuestro aprendizaje, es imposible separar emoción y cognición, y lo hace desde dos vertientes:

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«El cerebro sólo aprende si hay emoción»
Francisco Mora
1. Cuando somos capaces de activar en los niños las emociones es más fácil que se del aprendizaje.
Este sería un factor externo emocional.
Para lograr un aprendizaje el cerebro debe guardar información en nuestra memoria para poder utilizarla en el momento en que la necesitemos. La memoria guarda principalmente aquellas experiencias y vivencias que nos activan emocionalmente, por lo tanto si provocamos en los alumnos reacciones emocionales a través de nuestra enseñanza es muy probable que adquieran conocimientos y aprendizajes. Se aprende mejor cuando un determinado contenido o materia presentan componentes emocionales, ya que encienden la atención, curiosidad y el interés.
Pero no hay que perder de vista que hay emociones que potencian el aprendizaje y otras que lo dificultan, es decir, emociones como el asombro, la alegría, la sorpresa, la curiosidad… favorecen el aprendizaje, pero otras en cambio lo dificultan o lo imposibilitan como por ejemplo: el estrés, la ansiedad, el miedo, el aburrimiento, el enfado, la desidia, la frustración. Estas emociones dificultan las conexiones neuronales, por lo tanto dificultan o impiden el aprendizaje, especialmente porque impide que se de el control emocional, la toma de decisiones y la memorización.
Así que es importante observar que está provocando nuestra enseñanza en el alumno para poder evitar estas últimas emociones y favorecer la aparición las citadas en primer lugar. Para poder evitar o acompañar en lo que los expertos denominan “Apagón emocional”
2. Las emociones: desde el punto de vista de la inteligencia emocional o como factor interno.
Si educamos emocionalmente, de manera que los alumnos conozcan sus emociones, las de los demás y puedan controlarse emocionalmente estaremos favoreciendo los aprendizajes ya que cuando estamos en estado de descontrol emocional es muy difícil adquirir nuevos conocimientos. Si somos emocionalmente inteligentes nuestra capacidad de aprendizaje aumenta, pero también nuestra capacidad de enseñar.
Por otra parte la inteligencia emocional del profesorado: conocimiento de sus propias emociones, la de los demás, el control emocional, la empatía, y las habilidades sociales, son herramientas necesarias para favorecer y enriquecer los procesos de enseñanza – aprendizaje.
Enseñar desde la emoción y desde el corazón, repercute de forma positiva en el ambiente, en los procesos de aprendizaje, en la metodología de enseñanza, en la relación profesor-alumno, en la motivación, … y en multitud de factores que son necesarios para una educación de calidad, como dice Virginia Allende del Río, profesora de Filosofía y Licenciada en Psicología:
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